domingo, 9 de octubre de 2016

Antonio Buero Vallejo


Publicado en La Jornada 9 de octubre de 2016




Antonio Buero Vallejo: el teatro como realismo simbólico








Xabier F. Coronado


















La cuestión de la realidad es el mayor deber del dramaturgo.Pero tiene justamente que hacerse cuestión de ella, pues no está resuelta.

Buero Vallejo



La tradición teatral española tiene una riqueza y variedad evidentes: desde los dramas calderonianos y las obras de Lope de Vega, los sainetes y piezas históricas o costumbristas, hasta los autores de la generación del ‘98. En el siglo pasado, el dramaturgo Jacinto Benavente fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura y durante la II República, el teatro llegaba a todos los rincones de España llevado por el grupo La Barraca. Al comienzo de la Guerra civil, el asesinato del poeta García Lorca fue un hecho traumático para la literatura española, Lorca era el último gran dramaturgo español y, a partir de entonces, sus obras se hicieron universales.

El teatro es el género literario que mejor refleja la realidad histórica que vive un país; el período de postguerra en España facilitó la propagación de un teatro condicionado, trivial y de escasa calidad. La dictadura promovía una cultura asentada en un nacionalismo tradicionalista, que se mantenía aislada de toda influencia exterior. El único teatro español que en esa época podía ser considerado como tal se publicaba en el extranjero, escrito por autores que vivían en el exilio, como Alejandro Casona, Rafael Alberti o Max Aub.

Este panorama desolador comenzó a cambiar en 1949, cuando se concede el Premio Lope de Vega a la obra Historia de una escalera, escrita por un dramaturgo que procedía del bando republicano y había estado encarcelado durante años: Antonio Buero Vallejo. La presentación de la pieza premiada en el Teatro Español de Madrid supuso un éxito de público sin precedentes. Una obra importante, con calidad de literatura dramática, que abrió un nuevo período para el teatro español durante la dictadura franquista. Buero Vallejo, que escribiría a lo largo de las siguientes décadas una treintena de obras teatrales, se iba a convertir en el dramaturgo español más importante de la segunda mitad de siglo.

Antonio Buero Vallejo (1916-2000) fue de niño, según sus propias palabras, “lector impenitente, emocionado inquiridor de razones y sentidos; interesado por formarme una visión correcta de toda realidad”. Atraído por el dibujo y la pintura estudia en la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde le sorprende el levantamiento militar contra el gobierno de la República. Durante la contienda lucha en el bando republicano y en 1939 es detenido y condenado a muerte, pena conmutada posteriormente por treinta años de prisión. En la cárcel fue compañero del poeta Miguel Hernández –a quien hizo un retrato que fue muy difundido– y durante esos años se dedicó a realizar “un trabajo político nunca interrumpido, no dejé, sin embargo, de dibujar retratos y de leer cuanto pude. Como Gorki, podría decir que esos años y lugares fueron también, en buena medida, ‘mis universidades’”.

En marzo de 1946 fue puesto en libertad condicional y comenzó a escribir teatro. Tras su éxito como dramaturgo con Historia de una escalera, que fue representada en Ciudad de México en 1950, su actividad profesional se decanta por la literatura dejando en segundo plano la pintura. Publica numerosas obras, entre ellas: En la ardiente oscuridad (1950); El concierto de San Ovidio (1962); El tragaluz (1967); La fundación (1974); Lázaro en el laberinto (1986) y Música cercana (1989). También escribió dramas históricos dedicados a personajes del arte y la literatura: Las meninas (1960) a Velázquez;El sueño de la razón (1970) a Goya; La detonación (1977) a Mariano José de Larra. Además publicó ensayos sobre teatro (“Lorca hoy”; “A propósito de Brecht”; “Neorrealismo y teatro”, etcétera), y en 1993 se edita Libro de estampas, volumen que recoge una selección de dibujos y textos inéditos. Buero Vallejo fue el primer dramaturgo en obtener el Premio Cervantes de Literatura (1986).



El drama como símbolo



El escritor debe convertirse en parte de la conciencia de su sociedad.

Buero Vallejo



Se puede decir que Buero Vallejo, junto con Miguel Mihura y Alfonso Sastre, fueron los autores que renovaron el teatro español de la postguerra. Sastre sostuvo con Buero Vallejo una polémica sobre la postura de los dramaturgos y los fines del teatro durante la dictadura. Buero mantenía que era necesario burlar la censura para publicar y representar (posibilismo); mientras que Sastre planteaba realizar un teatro más hostil con el régimen.

En cualquier caso, la escena española comenzaba a expresarse de manera diferente gracias a un nuevo planteamiento que ofrecía al espectador una dramaturgia realista y moderna. Buero se entregó a la búsqueda de otros cauces de expresión con el objetivo de realizar “un teatro que tuviera por un lado determinados significados y por otro ciertas preocupaciones formales”.

Los dramas de Buero Vallejo encajan en la estructura del realismo: veraz en ambiente y personajes, lenguaje acorde y temáticas sociales. Pero en muchas obras utiliza los elementos teatrales con un valor simbólico que trasciende el carácter realista. El mismo escritor rechazaba ser clasificado como autor realista y definía su obra como “realismo simbólico”. Sus personajes manifiestan una doble condición de individuos e integrantes de una colectividad ante las situaciones de denuncia social que se plantean.

Un teatro fuerte e inquietante, arriesgado y comprometido, que analiza la condición humana, revela las injusticias que someten al individuo y preconiza la búsqueda de la verdad para llegar a ser libres: “La preocupación principal del autor, la que quiere trasladar al público, es la de desenmascarar la mentira, sobre todo cuando ésta proviene de unas estructuras que, mediante la opresión y el terror, impiden al hombre vivir en la verdad.” Aunque, para poder buscar la verdad hay que estar preparados, pues a veces preferimos refugiarnos en una realidad falsa para no tener que afrontarla.

En las obras de Buero Vallejo, el espectador vive la catarsis profunda que se produce cuando la realidad se impone sobre la ilusión creada. Esta temática nunca deja de plantear dudas porque sólo es posible llegar a respuestas parciales que, a su vez, se trasforman en nuevas preguntas. El autor, al saber que sus conclusiones no pueden ser absolutas, nos propone la única solución posible: “duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar”; y se fortalece confirmando sus certezas: “Se escribe porque se espera, pese a toda duda, creo y espero en el hombre, como espero y creo en otras cosas: en la verdad, en la belleza, en la rectitud, en la libertad.”




http://semanal.jornada.com.mx/2016/10/07/antonio-buero-vallejo-el-teatro-como-realismo-simbolico-9132.html











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